DE UN INCENDIO
- Carlos
- 21 feb 2018
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 15 mar 2018

Tus piernas como cortafuegos que separan de un incendio
Tus manos con desgana pidiendo clemencia
Dejándome hacer, sin miedo al asedio
Olvido la razón, eres mi ciencia.
Justo al contrario que tus ojos, sin mentir
Queriendo destrucción y desorden
Sin clichés, ser servido o servir
Que tus uñas me aborden.
Jefa de tropas, que no quieres tregua
Ser plebeyo o señor feudal
Rey y reina, caballo y yegua
Eres emperatriz, mi santo grial.
Tu pelo me agarra, me tapa la cara
Te veo, te imagino como rival y enemigo
Y Lucho, y empujo, sintiendo el flujo
Rabia y fuerza, rozando la demencia.
La mezcla de alientos tambalea mis cimientos
Palabras prohibidas, a diario extinguidas.
Marcas las huellas por mi cuerpo
Como quien cumple condena
Me pides que sea directo
Entrando en ti en barrena.
Convertirme en tu jaula,
O dejar que me domes
Mi consciencia que se anula
Aprendiendo tus nociones.
No ver el fin, que esto no termine
Quiero gloria, como quién gobernó Esparta
Un baile elegante, suave, sublime
Quieres adoración, como su majestad Cleopatra.
Caer rendidos, acelerados los latidos
Flotando en alta mar, de olas las sábanas
Suspirar, sonreír, recordándome gemir
Al cerrar los ojos, otros miles de antojos
Y tú, mujer inteligente, como quien lee la mente
Ordenas otro asalto, jamás darnos descanso.
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