ODIO
- Carlos
- 13 ago 2018
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 14 ago 2018
Todo hijo de vecino odia algo. Todo hijo de vecino tiene algo de veneno que conviene sacar antes de que coagule, antes de que se haga bola y lo guardes como si fuera tuyo.

ODIO...
Tu superioridad.
Que mi historia para ti sea banal.
Deambular.
No servir, no valer, na de na.
Salir después.
Llegar antes.
El precio de los diamantes.
Decir el otro día, habiendo pasado ya media vida.
Vivir de los recuerdos, aunque en eso soy el primero.
Escribir solo estas mierdas.
Trabajar por dinero.
Ego, yo, ego.
El paso del tiempo, cada vez más. Que no para.
Que un gilipollas te cambie la cara.
Fallarme.
Evitarte.
Otra vez.
Haberlo jurado, y yo que no tenía Dios ni amo.
Que no venga de dentro.
Segundas opciones.
Que se crea que las cosas salen por cojones.
Que la nueva política sea el centro.
El día de la marmota.
A quién te llama déspota.
No aceptar la ironía.
La hipocondría, la melancolía.
Las pipas en la sandía.
Tener que dormir de día.
Que se atasque la cañería.
El “sabía que pasaría”.
Las fotos a la comida.
Tener que buscar la rima.
Lo vago que soy.
Los besos que no doy.
El zumito de cartón.
Al que se cree entrenador.
Que existas, y yo lo sepa.
No poder tenerte cerca.
No tener que contar contigo, porque no te necesito. Odio, en serio, que te fueras, que te quedaras atrás, sin saber avanzar, sin seguir mi camino, lo odio, porque fui cansino: “quédate conmigo”.
Todos los días.
A mucha gente y a muchas cosas.
Todas mis ideas horrorosas.
Tu cigarro.
Que me tachen de guarro.
No ser siempre igual de bizarro.
Estar en el barro.
Odio, solo por unos segundos, porque entre tanta mierda, rechazo y mal ambiente, lo mejor, lo bueno, por pequeño que sea, siempre es más reluciente.
Dulce empacho de mondo redondo para un domingo a la expectativa de si odiaremos de menos o de más los meses por venir.